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jueves, 11 de octubre de 2018

La burguesía barcelonesa - Paula Capa Carles



La Barcelona a principios del siglo XX. Momentos de esplendor de una élite cosmopolita que impulsó toda una época. Una burguesía que surgió principalmente de la industria textil, tratando a sus obreros como a esclavos; y de la explotación de las colonias de ultramar. Una generación destacable por su increíble capacidad de trabajo.

En esa época, la burguesía y la literatura estaban más unidas que nunca. Escritores, periodistas y políticos visitaban regularmente el Ateneo Barcelonés para disfrutar de la tranquilidad de la biblioteca y del patio interior. Y no muy lejos de ahí, en las Ramblas, se ubicaban los míticos Almacenes El Siglo, con más de 1000 trabajadores y 50 camiones de reparto. Sin embargo, un importante incendio acabó con ellos en 1932; un incendio creado, según los rumores, por un trenecillo eléctrico de la misma compañía.

Barcelona estaba viviendo un gran cambio, también arquitectónico. El Paseo de Gracia empezó a adquirir un protagonismo comercial. Atraída por el encanto modernista, con arquitectos como Antonio Gaudí o Josep Puig y Cadafalch, la burguesía catalana fue a vivir en esas casas tan singulares, como la Casa Milà o la Casa Batllò. A los burgueses les gustaba mostrar sus posesiones, alardear de su gran vida y, cómo no, también de retratarse por los pintores más famosos de la época. Los retratos conservados nos muestran su gusto exquisito y elegante. Un gusto que se acentuaba en sus visitas al teatro más antiguo y prestigioso de Barcelona, el Liceo, convirtiéndolo en una pasarela de elegancia. Las casas de verano formaban parte de su legado. Esas cuatro paredes presenciaban un sin parar de idas y venidas de grandes personajes como Pompeu Fabra y Josep Pla.

Y como pasó con muchas vidas, fue la Guerra Civil la que marcó un antes y un después. Los comunistas se encargaron de vaciar sus casas; años más tarde, la especulación urbanística del capitalismo se encargó de destruirlas. Pero fue en el Liceo, con la presencia del dictador, cuando esa alta burguesía, con sus vestidos más elegantes, se dio cuenta de que otros tiempos corrían. Una comprensión que se formalizó cuando, ya dentro del teatro, tuvieron que cantar su primer “Cara al Sol”.