La Barcelona a
principios del siglo XX. Momentos de esplendor de una élite cosmopolita que
impulsó toda una época. Una burguesía que surgió principalmente de la industria
textil, tratando a sus obreros como a esclavos; y de la explotación de las
colonias de ultramar. Una generación destacable por su increíble capacidad de
trabajo.
En esa época, la
burguesía y la literatura estaban más unidas que nunca. Escritores, periodistas
y políticos visitaban regularmente el Ateneo Barcelonés para disfrutar de la
tranquilidad de la biblioteca y del patio interior. Y no muy lejos de ahí, en
las Ramblas, se ubicaban los míticos Almacenes El Siglo, con más de 1000
trabajadores y 50 camiones de reparto. Sin embargo, un importante incendio
acabó con ellos en 1932; un incendio creado, según los rumores, por un trenecillo
eléctrico de la misma compañía.
Barcelona estaba
viviendo un gran cambio, también arquitectónico. El Paseo de Gracia empezó a
adquirir un protagonismo comercial. Atraída por el encanto modernista, con
arquitectos como Antonio Gaudí o Josep Puig y Cadafalch, la burguesía catalana fue
a vivir en esas casas tan singulares, como la Casa Milà o la Casa Batllò. A los
burgueses les gustaba mostrar sus posesiones, alardear de su gran vida y, cómo
no, también de retratarse por los pintores más famosos de la época. Los
retratos conservados nos muestran su gusto exquisito y elegante. Un gusto que
se acentuaba en sus visitas al teatro más antiguo y prestigioso de Barcelona,
el Liceo, convirtiéndolo en una pasarela de elegancia. Las casas de verano
formaban parte de su legado. Esas cuatro paredes presenciaban un sin parar de
idas y venidas de grandes personajes como Pompeu Fabra y Josep Pla.
Y como pasó con
muchas vidas, fue la Guerra Civil la que marcó un antes y un después. Los
comunistas se encargaron de vaciar sus casas; años más tarde, la especulación
urbanística del capitalismo se encargó de destruirlas. Pero fue en el Liceo,
con la presencia del dictador, cuando esa alta burguesía, con sus vestidos más
elegantes, se dio cuenta de que otros tiempos corrían. Una comprensión que se
formalizó cuando, ya dentro del teatro, tuvieron que cantar su primer “Cara al
Sol”.